jueves, 2 de julio de 2009

Siguiendo la huella…


Del libro “El arte de contar cuentos” de Sara C. Bryant empezaremos por hablar del valor educativo de estos.
Al pensar en el cuento como una obra de arte entendemos que su valor es subjetivo, que prácticamente no tiene limitaciones en cuanto a estética y recursos y que su objetivo principal es ser un aporte alegre, nutritivo y estimulante para el espíritu; y es desde este punto que somos capaces de percibir el valor intrínseco que cada cuento tiene ya sea por su contenido ilustrativo y educativo, como por el arte con el que ha sido creado.
Si la sola palabra arte no significa aporte a la cultura estamos sobre un camino pedregoso y debemos replantearnos la figura del cuento.
“Érase una vez, Había una vez y como dice una amiga En el ayer del ayer”, así empieza el suave arrullo de la voz que da vida a la historia, a las imágenes, a las ideas, a la fantasía, a los sueños, a las añoranzas, a los miedos, a las sonrisas, a las lágrimas…las imágenes que van tomando forma en nuestra mente, que hacen de la historia contada una historia vivida, esas son la expresión del arte en su totalidad. Por que a diferencia de otras representaciones artísticas, el cuento nace cuando es oído y escuchado. La forma que toma en ese momento es la que designará su nuevo dueño, el oyente.
¿Qué ha representado Cenicienta para generaciones? Sin duda cada oyente ha dado a este cuento un significado propio en cada etapa de su vida y en cada momento histórico. Es que el arte es dinámico como las personas y cambia de marco según cambian las gentes (para muestra la fotografía).
¿Cuentos de Hadas? En el siguiente post.
Abrazos siempre.