
Al pensar en el cuento como una obra de arte entendemos que su valor es subjetivo, que prácticamente no tiene limitaciones en cuanto a estética y recursos y que su objetivo principal es ser un aporte alegre, nutritivo y estimulante para el espíritu; y es desde este punto que somos capaces de percibir el valor intrínseco que cada cuento tiene ya sea por su contenido ilustrativo y educativo, como por el arte con el que ha sido creado.
Si la sola palabra arte no significa aporte a la cultura estamos sobre un camino pedregoso y debemos replantearnos la figura del cuento.
“Érase una vez, Había una vez y como dice una amiga En el ayer del ayer”, así empieza el suave arrullo de la voz que da vida a la historia, a las imágenes, a las ideas, a la fantasía, a los sueños, a las añoranzas, a los miedos, a las sonrisas, a las lágrimas…las imágenes que van tomando forma en nuestra mente, que hacen de la historia contada una historia vivida, esas son la expresión del arte en su totalidad. Por que a diferencia de otras representaciones artísticas, el cuento nace cuando es oído y escuchado. La forma que toma en ese momento es la que designará su nuevo dueño, el oyente.
¿Qué ha representado Cenicienta para generaciones? Sin duda cada oyente ha dado a este cuento un significado propio en cada etapa de su vida y en cada momento histórico. Es que el arte es dinámico como las personas y cambia de marco según cambian las gentes (para muestra la fotografía).
¿Cuentos de Hadas? En el siguiente post.
Abrazos siempre.