jueves, 27 de marzo de 2008

La sirenita

Las diferentes versiones de un cuento,hacen que perdamos de vista el original. Esto ha ocurrido con La sirenita. Tan presente es para niños y niñas la versión cinematográfica de Disney, que al comentarles la historia real reniegan de ella, dicen que es triste y que el príncipe es malo.
Los cuentos dan para tanto. Los cuentos nos enseñan entre líneas que la vida es colorida, a veces gris, a veces multicolor. ¿Por qué es mejor el final de Disney? Tal vez por que se acostumbraron a el, tal vez por que los finales de "y vivieron felices para siempre" suenan más a cuentos de hadas.
El final de la sirenita es un final de infinito amor, es un final de dar hasta la muerte y de dar gratuitamente. Es un final que enseña que no todo lo que deseamos puede realizarse, que la generosidad está por encima de los egoísmos y que el amor no conoce cadenas. No permitamos que este final caiga en el olvido.

Cuento original de Hans Christian Andersen

En el fondo del más azul de los océanos había un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca. Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas.
La Sirenita, la más joven, además de ser la más bella poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusas al oírla dejaban de flotar.

La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas.

-¡Oh! ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!

-Todavía eres demasiado joven -respondió la abuela-. Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para subir a la superficie, como a tus hermanas.

La Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín adornado con flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondían a su llamada.

Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir. A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor.

-¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres. Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!

Apenas su padre terminó de hablar, La Sirenita le di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla. De repente emergió del agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer. El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de La Sirenita y dejaban oír sus alegres graznidos de bienvenida.

-¡Qué hermoso es todo! -exclamó feliz, dando palmadas.

Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba La Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. La Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. “¡Cómo me gustaría hablar con ellos!", pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: “¡Jamás seré como ellos!”

A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: “¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!” La pequeña sirena, atónita y extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo. Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz. La Sirenita no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón.

La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más. La Sirenita se dio cuenta en seguida del peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida.

-¡Cuidado! ¡El mar...! -en vano la Sirenita gritó y gritó.

Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundió. La Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe, lo tuvo en sus brazos.

El joven estaba inconsciente, mientras la Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre un mar todavía lívido, la Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dándole calor con su cuerpo.

Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar.

-¡Corran! ¡Corran! -gritaba una dama de forma atolondrada- ¡Hay un hombre en la playa! ¡Está vivo! ¡Pobrecito...! ¡Ha sido la tormenta...! ¡Llevémoslo al castillo! ¡No! ¡No! Es mejor pedir ayuda...

La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas.

-¡Gracias por haberme salvado! -le susurró a la bella desconocida.

La Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella, y no la otra, quien lo había salvado.

Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que, en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos!

Cuando llegó a la mansión paterna, la Sirenita empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en la garganta y, echándose a llorar, se refugió en su habitación. Días y más días permaneció encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, la Sirenita, nunca podría casarse con un hombre.

Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla. Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla.

-¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor.

-¡No me importa -respondió la Sirenita con lágrimas en los ojos- a condición de que pueda volver con él!

¡No he terminado todavía! -dijo la vieja-. ¡Deberás darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola.

-¡Acepto! -dijo por último la Sirenita y, sin dudar un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera.

Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonriéndole. El príncipe allí la encontró y, recordando que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar había traído.

-No temas -le dijo de repente-. Estás a salvo. ¿De dónde vienes?

Pero la Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle.

-Te llevaré al castillo y te curaré.

Durante los días siguientes, para la Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio.

Desde entonces no la había visto más porque, después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su país. Cuando estaba con la Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por las noches, la Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa.

Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de la Sirenita.

La desconocida que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. La Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. La Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo.

Al caer la noche, la Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta. Recordando la profecía de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas:

-¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás todas tus penas.

Como en un sueño, la Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma.

Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanzó un rayo amarillento sobre el mar y, la Sirenita, desde las aguas heladas, se volvió para ver la luz por última vez. Pero de improviso, como por encanto, una fuerza misteriosa la arrancó del agua y la transportó hacia lo más alto del cielo. Las nubes se teñían de rosa y el mar rugía con la primera brisa de la mañana, cuando la pequeña sirena oyó cuchichear en medio de un sonido de campanillas:

-¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Ven con nosotras!

-¿Quiénes son? -murmuró la muchacha, dándose cuenta de que había recobrado la voz-. ¿Dónde están?

-Estás con nosotras en el cielo. Somos las hadas del viento. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos.

La Sirenita, conmovida, miró hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del príncipe, y notó que los ojos se le llenaban de lágrimas, mientras las hadas le susurraban:

-¡Fíjate! Las flores de la tierra esperan que nuestras lágrimas se transformen en rocío de la mañana. ¡Ven con nosotras! Volemos hacia los países cálidos, donde el aire mata a los hombres, para llevar ahí un viento fresco. Por donde pasemos llevaremos socorros y consuelos, y cuando hayamos hecho el bien durante trescientos años, recibiremos un alma inmortal y podremos participar de la eterna felicidad de los hombres -le decían.

-¡Tú has hecho con tu corazón los mismos esfuerzos que nosotras, has sufrido y salido victoriosa de tus pruebas y te has elevado hasta el mundo de los espíritus del aire, donde no depende más que de ti conquistar un alma inmortal por tus buenas acciones! -le dijeron.

Y la Sirenita, levantando los brazos al cielo, lloró por primera vez.

Oyéronse de nuevo en el buque los cantos de alegría: vio al Príncipe y a su linda esposa mirar con melancolía la espuma juguetona de las olas. La Sirenita, en estado invisible, abrazó a la esposa del Príncipe, envió una sonrisa al esposo, y en seguida subió con las demás hijas del viento envuelta en una nube color de rosa que se elevó hasta el cielo.

FIN


miércoles, 26 de marzo de 2008

Hans Chistian Andersen



La historia de un hombre que creyó en sus sueños…es decir, vivió.

Érase una vez un pequeño, hijo de un zapatero y de una lavandera que vivían sumidos en la miseria, dormían hacinados en una habitación y creían que el mañana traería las mismas penurias del hoy, y así pasaban la vida.
El padre construyó en teatrillo para su hijo amado y el pequeño cosió las ropas de las marionetas, fue así como la imaginación empezó a crear el gusto por el arte y el arte por la belleza y la belleza por la vida. Se empezaron a tejer historias en ese teatrillo, en donde la imaginación desconoció los limites que proboca la pobreza, y a ratos era emperador, a ratos era mago, a ratos era un cisne o







(ilustración de José Piri "El traje nuevo del emperador)

una bella princesa desdichada… ¿Qué puede detener al pensamiento cuando es uno mismo quien lo libera?
Años después el padre murió y el muchacho (que ya lo era) hubo de dejar la escuela, pero eso no mitigó su inquietud y con más ansia buscó los medios a través de la lectura para seguir aprendiendo, por esa época leyó a Ludvig Holberg y William Shakespeare.
Como los sueños ya poblaban su mente soñó en ser cantante de opera y para conseguirlo se trasladó a la capital de su país. Una vez allí y no sin intentarlo se dio cuenta que su voz no daba los tonos y matices para cantar opera.
Siguió soñando, esta vez con ser bailarín y no sin intentarlo se dio cuenta que era más perezoso de lo que la danza exige.
A estas alturas, los comentarios más frecuentes sobre su persona eran: lunático, excéntrico, inquieto, y hay que aclarar que no eran dichos desde un ángulo positivo.
Pero el joven, había sembrado amigos, entre ellos uno muy especial y con su ayuda se puso a terminar sus estudios en un prestigioso colegio.
Debo decir que no fueron años fáciles para nuestro amigo, pues los estudios se le daban mal y peor en un marco de severidad y rigidez. No formaban parte de su espíritu inquieto y según el mismo comentó fueron estos y no otros los más oscuros y amargos años de su vida, pero se mantuvo en el colegio hasta que su amigo dio por terminados sus estudios.
Fue en este tiempo tras entrar en la universidad, cuando salió a luz, un nuevo sueño en su vida, el de escribir.
Realizó varias publicaciones algunas bastante exitosas y pudo hacer lo que realmente más le gustaba, viajar. Solía decir “¡viajar es vivir!”. Viajó por Alemania, Malta, Grecia, Inglaterra, Francia, España...




(ilustración de Paloma "La sirenita")

Gracias a sus relatos, novelas, poesías y cuentos, pronto se hizo famoso en toda Europa y sus escritos se traducían a muchos idiomas.
El rey le concedió el titulo honorario de Consejero de Estado y fue declarado ciudadano Ilustre.
Fue a los 70 años, cuando este hombre que soñó y nos hace aún soñar, dejó de vivir.
Ahora nosotr@s soñamos con sus maravillosos cuentos…
¿Sabes como se llamaba este hombre? ¡No! Y si te digo que escribió El patito feo, La pequeña cerillera, El traje nuevo del emperador, El soldadito de plomo, La sirenita, entre otros muchos, muchos cuentos.
¡Sí! Su nombre es Hans Christian Andersen.
Su relato autobiográfico "El patito feo", nos da cuenta de como una vida por muy humilde y simple que parezca, esconde grandes tesoros que debemos permitir salgan a la luz.


(ilustración de Elvira "El patito feo")

Los picotazos que recibió el patito feo, pueden ser los comentarios siempre prejuiciosos y negativos que Andersen sufrió, más curó sus heridas y siguió soñando...¡Que suerte para nosotr@s que tubo el valor de convertirse en cisne!

Durante Abril se conmemora un nuevo aniversario de su natalicio (2 de abril). La biblioteca Amiga, ha querido aportar con algunas ilustraciones de los pequeños y pequeñas de 1º de primaria del colegio Sagrado Corazón que surgieron despues de la sesión dedicada a Andersen y sus cuentos más famosos.
¡¡Prometo incorporar más ilustraciones por que están muy bellas!!
























martes, 18 de marzo de 2008

Poesías Colegio Sagrado Corazón de Jesús




¡Que cosas tan graciosas…!

¡Que cosas tan graciosas hace papá!
Nos hacemos cosquillas al jugar,
Barremos, jugamos, cocinamos garbanzos.
Pone juegos en móvil,
Y nos lanzamos a soñar,
Tirados en la cama,
Le acaricio el cabello,
Y le digo te quiero.
Y contándome un cuento,
Subimos las escaleras
Que llegan al cielo.

Poesía colectiva grupo 4 años A

Voy a escribir

En una pizarra,
Voy a escribir,
Cosas bonitas,
Para ti:
“Te quiero de corazón”,
“Te regalo un jardín en flor,
Un dibujo de un perro
Y una princesa,
Soles, lunas y estrellas”

Poesía colectiva grupo 4 años B


A papá le extraño por que me lleva…

A un campo bordado de estrellas,
De paseo en un arcoiris.
Jugando con él me divierto,
Mientras leo, mientras sueño,
Sueño que duermo a su lado
Y que despierto en sus brazos.
A mi padre le amo,
Por que me lleva…

Poesía colectiva grupo 5 años A

Papá es...

Papá es guapo y divertido,
Me hace cosquillas
Con un plumero,
Con un pincel y con los dedos.
Cuando me saca del baño,
Mi padre me hace el payaso.
Cuando llega del trabajo,
Jugamos a que es un monstruo,
Que me devora con sus besos y abrazos.
Cuando llega la noche,
Jugamos al escondite,
Yo me escondo en su cama,
Y despierto en sus brazos.

Poesía colectiva grupo 5 años B

Poesías grupos de 5 años Colegio Francisco Ortiz López



Mi padre

Mi padre hace muchas cosas,
A veces es albañil, otras es cocinero,
Trabaja con herramientas o
Haciendo una paella,
Otras simplemente,
Llena de agua mi bañera.
Por eso voy a hacerle un regalo,
Un dibujo con flores del campo,
Una careta sonriente,
Un pez nadando en el río,
Y un corazón latiendo…el mío.

Poesía colectiva grupo 5 años A


Papá es una caja de sorpresas

Puede ser cocinero o electricista,
Albañil o representante de peluquería,
Conducir coches o motos,
Limpiar la casa o coger una flor.
Papá me sorprende cada día,
Paseamos, leemos y jugamos,
Juntos nos ayudamos,
Papá salió de una cajita de colores,
Llena de amores.

Poesía colectiva grupo 5 años B

Cosas de papá

Papá está a mi lado,
Regalándome cariño,
Lo hace con abrazos y mimos.
Si vamos de paseo,
A la charca o al fútbol
Me cuenta algún chiste y yo me rio.
Mi padre dibuja sonrisas en mi cara,
Me abraza, me besa y me dice:
Te quiero…hasta mañana.


Poesía colectiva grupo 5 años C

jueves, 13 de marzo de 2008

Colegio Sagrado Corazón de Jesús 3 años


Contar cuentos a los más pequeños de los Centros suele ser todo un descubrimiento.


Ayudan a tejer historias, inventan , improvisan, tienen la creatividad despierta y la energía pronta para viajar por cualquier lugar.


No suelen poner trabas, se dejan llevar entre sueños y colores, entre realidades y magias, en el tiempo que no es tiempo cuando se hila en los sueños.


En esta sesión armamos un teatrillo de la nada, y descubrimos como unas maravillosas marionetas de animales ( marionetas de comercio justo) conseguían aunar esfuerzos y salvar obstáculos.


Suelen ayudarme a gesticular todo: el viento, las nubes, las flores, los árboles, las orejas de un conejo, las lágrimas de un cocodrilo, el cuello de una jirafa, la sonrisa de una mariposa...están en esa edad maravillosa de todo puede ser.

Son pequeños y pequeñas creador@s de sueños, yo espero, quiero, deseo de corazón que jamás olviden cuanto pueden crear con su imaginación.


Las fotografías son de la sesión realizada en noviembre. Sé que voy atrasada con la puesta de imágenes, pero mi escusa es que son muchas.


jueves, 6 de marzo de 2008

Poesía Infantil

Cuando de animar a la lectura se trata todas las alternativas son buenas y en esta ocasión para la actividad de “pequeño autor”, he tomado el tema que está convocando a pequeños y pequeñas, maestros y maestras, por estos días, “El día del padre”.
Hemos hecho poesía colectiva en el grupo de 4 años del colegio Francisco Ortiz, la incluyo aquí para disfrute de tod@s.

Papá llévame contigo

Llévame contigo, salgamos de paseo,
Vamos a la playa, a saltar las olas.
Eres el más guapo, cuando te peinas,
Me gustan tus manos, eres un campeón.
Llévame contigo…siempre.

4 años A



Para ti, papá.

Para ti, besos caricias, flores y corazones.
Poesías y abrazos, para el más guapo.
Me gusta dormir contigo,
Me gusta cuando cocinamos,
Me gusta cuando compramos…
Pero no compramos besos de amor,
Esos, yo te los doy junto con mi corazón.

4 años B


Regalos para papá

Papá, te quiero regalar
Una granja, un coche,
Una bici, un cuento,
Una carta, una poesía,
Abrazos, besos y caricias.

4 años C

Habrá más poesías publicadas la próxima semana, de todos los grupos y de los dos centros.